La Muerte de Dios

El Hijo de Dios creó el mismo árbol que se usaría para crucificarLo. Él creó el arbusto de espinas que se tejió para ser Su corona de espinas. Cuando un soldado romano se paró al pie de la cruz y atravesó Su lado con una lanza, era el Hijo de Dios - el Señor de la Vida - quien mantenía latiendo el corazón del soldado, aun mientras el soldado verificaba que el corazón de Dios había dejado de latir... 

¿Qué tipo de panegírico se podría dar para tal hombre? 
¿Qué tipo de obituario posiblemente se podría escribir? 

Aquí yace un hombre sin casa, sin esposa, sin hijos, sin empleador, sin títulos de universidades. Él no ha publicado artículos. Él no ha escrito libros. Sus propios compatriotas son los que Lo rechazaron y dejaron para morir. Los quienes Le seguían por un tiempo, Lo abandonaron. Él ni siquiera es un ciudadano del imperio que Lo crucificó...

Los líderes religiosos pueden contradecirse en muchas cosas pero una cosa en la que todos están de acuerdo es que no saben quién es su padre. Ironicamente, esto es una de las pocas cosas en las que Jesús estaba de acuerdo con ellos. Ellos no saben quién es su Padre.

Si hubiera vivido dos mil años antes, el filósofo Nietzsche, justo por unos días, él hubiera dicho la verdad cuando dijo, —Dios está muerto—. ¿Qué se puede significar posiblemente que Dios está muerto? El Hijo de Dios, La Palabra, El Logos - El Quien creó los mundos. ¿Qué puede significar que el Camino, la Verdad, y la Vida sea muerto

Antes de que podemos entender la crucifixión, primero tenemos que estar sumidos en el misterio de la Encarnación. Es un error común pensar que un miembro de la Trinidad se bajó del Cielo, se vistió de hombre, y caminaba por la Tierra durante treinta y tres años antes de que finalmente tuvo la oportunidad de quitarse el traje de hombre y volver al Cielo. Mientras tanto, Dios el Padre y el Espíritu Santo (supuestamente estaban) esperando allí con ansiedad para que estuvieran juntos de nuevo los miembros de la Trinidad. Como dije, esto es un error, porque no es lo que pasó.  

Como escribe San Athanasius en su obra clásica, Sobre la Encarnación de la Palabra, a la segunda Persona de la Trinidad no se Le quitó nada. El Camino, la Verdad, la Vida, el Logos, la Palabra de Dios, no renunció Su omnipresencia. Y Él no cedió Su omnisciencia. Ves, Él siempre ha estado por todos lugares y en todos lugares en el Cielo y en la Tierra y bajo la Tierra. No hay ningún lugar en toda la creación a donde puedes ir, o a donde podrías haber ido, para escapar la presencia de la Palabra de Dios. Su humildad no vino para restarLe algo, sino para añadirLe a la segunda persona de la Trinidad. Porque en el momento de la Encarnación, Él no se quitó su —traje de Dios—, como si tal cosa fuera posible. En la Encarnación, Él añadió un cuerpo humano, y una mente humana, y una voluntad humana, y un alma humana, a Su ser.  

Y lo que esto significa para nosotros, literalmente nos deja boquiabiertos. Porque significa que en la Encarnación, el Hijo de Dios no sólo era el hijo verdadero de María, no sólo fue concebido y creció como un bebé pequeño en su matriz, pero al mismo tiempo, el mismo Hijo de Dios estaba soldando Su Propio cuerpo en su matriz. ¡Él estaba creando Su propio cuerpo!   

El Hijo de Dios es Él quien creó el mismo árbol que se cortaría y su usaría para hacer la Cruz en la que sería crucificado. El Hijo de Dios es Él Quien por el poder de Su creación y por el poder de Su misma vida y diedad, nutrió y alimentó y creció el trigo y las uvas, que pasarían por sus propios Golgotha y Gethsemane mientras fueron prensados y molidos para hacer el primer pan y cáliz de vino que serían la Última Cena. Era Su vida que latía por las manos de los hombres quien Le dio una bofetada. Era Su arbusto de espinas, que Él creó, que se tejió en una corona de espinas que iba a estar en Su cabeza. Cuando el soldado romano se paraba al pie de la cruz y mandó una lanza atrevesando Su lado, era este Hijo de Dios - este Señor de la Vida - quien estaba manteniendo latiendo el corazón del soldado, aun mientras el soldado estaba verificando que el corazón de Dios había dejado de latir. 

No era solamente en la vida que el Hijo de Dios estaba en el Cielo al mismo tiempo que Él estaba en la Tierra, sino también por Su muerte. Porque ves, por Su muerte, Su alma humana y Su cuerpo humano fueron separados de manera no natural. Su cadáver fue a la tumba. Su alma fue a Hades. Y como un alma humana en Hades, predicando a los espíritus en prisión – al mismo tiempo, como Dios, Él todavía es parte de la Trinidad, todavía manteniendo a cada cosa en el universo por la palabra de Su poder, aun mientras Su cuerpo está en la tumba y Su alma está en Hades. Como el gato proverbial de Schrodinger, Él está muerto y vivo al mismo tiempo. 

Cristo dijo, —Nadie tiene mayor amor que este, que uno ponga su vida por sus amigos.— (Juan 15:13). Y por cierto en las vidas de los Santos y en las vidas de los mártires, vemos casos de personas dispuestas a dar sus vidas por sus amigos, confesando Cristo voluntariamente, tomando el martirio para si mismos, como hizo San Ignatius cerca del año 107. Él buscó el martirio de su propia voluntad para que los quienes estaban bajo su protección en su diócesis podrían ser protegidos del enojo del emperador. Leemos de hombres y mujeres quienes dieron sus vidas por sus amigos. Y cual difícil que era, cual cariñoso que era, aun era una cosa de una vez. Porque una vez que has sido entregado al verdugo, no hay nada más que puedes hacer. Podría haber sido muy difícil volverse un mártir, podría haber sido muy difícil profesar Cristo y negarse ofrecer la pizca de incienso al emperador. Pero una vez que te entregan al verdugo, entonces sólo es una cuestión de tiempo. Di lo que quieres, haz lo que quieres, pero es muy probable que vas a morirte. 

Pero no era así para Cristo en Su Pasión. Él no hizo una decisión de una vez ir ante Pilato y estar tan silencioso como era necesario para que Piloto últimamente hiciera la decisión enviarLe a Calvario. Mientras Jesús estaba caminando por la Via Dolorosa, mientras Le aporreaban los clavos en Sus muñecas, mientras Él estaba sufriendo el dolor de la cruz, no había ni un momento cuando Él dijo, —¡O, tenía la oportunidad escapar esto! Pero ahora no hay nada que puedo hacer.— Él no era un víctima indefenso en ningún momento en la cruz.  

Porque ves, Su amor era tanto que Él no dio Su vida sólo una vez. Sino Él la daba continuamente, una y otra vez, cada segundo, cada momento. Porque no era un punto de tiempo en el cual Él no estaba en control perfecto de la situación. Unos de ustedes han visto La Pasión del Cristo, la película. Y si eres como yo, apenas puedes hacerte mirar la pantalla mientras Él está siendo azotado. Vez el dolor insoportable sacudiendo Su cuerpo, los temblores y estremecimientos, la sangre salpicada por todos lados, hasta que te preguntas cómo es que Él seguía vivo para ser crucificado. 

¿Entiendes que con cada latigazo de ese látigo, con cada segundo que pasó, cada gota de sangre que cayó, Él tenía la capacidad dejarlo todo? Los grilletes eran impotentes para las manos que habían formado el mundo. Estas manos que habían curado, que había resucitado a los muertos, no eran impotentes para curar el cuerpo que era Suyo. Los clavos, que Él creó, no tenían poder para mantenerLe en el árbol vergonzoso. Como ha sido dicho muchas muchas veces, era amor que Le mantenía en la cruz. Por el gozo puesto delante de Él sufrió la cruz, menospreciando el oprobio. Él sabía que ni la muerte ni el infierno ni la tumba Lo podían contener... 

Él da Su vida como un rescate por muchos. Y la muerte y la corrupción y el infierno que habían aterrorizado a la raza humana desde el principio, desde el momento del pecado de Adán - este poder fue roto - porque 100% de lo que se debía a la muerte se pagó aquel día. Pero (según San Athanasius) era un milagro doble, porque no sólo se puso en libertad todos de nostotros los cautivos por ese acto, sino también una vez que la muerte sujetó en sus garras al Señor de la Vida, se daba cuenta - sólo un poco demasiado tarde - que había intentado más que podía hacer.  

La tumba no Lo podía contener. La muerte no Lo podía sujetar. Él hizo una demostración triunfal. Y enfrente del cosmos entero, Él le hizo pasar vergüenza al diablo. Les hizo pasar vergüenza a todos los demonios. Él le quitó los dientes al león para que todo lo que quedaba era su rugido. Él le quitó las llaves de la muerte y el infierno del mal, para que ahora es el Hijo de Dios quien las tiene. 

Y Él ha hecho algo absolutamente maravilloso. Él ha tomado el símbolo que era la personificación de vergüenza, rechazo, terminación, corrupción, fetidez, y muerte, y Él lo ha transformado en lo que llamamos —la Cruz vivificadora—. ¿Te das cuenta de que eso habría parecido una gran contradicción de términos a oídos del primer siglo? ¿La Cruz vivificadora? Eso sería como decir —la silla eléctrica vivificadora—, —la inyección letal vivificadora—, o el —pelotón de fusilamiento vivificador—. Sería como tomar la vergüenza del símbolo Nazi para Alemania Nazi y de alguna manera tener el poder - no sólo en la vida en una persona o en una comunidad, sino por todo el mundo - transformar esto en un símbolo que todos santifican y alaban y veneran como un símbolo vivificador y glorioso.

¿Te das cuenta de qué símbolo horroroso era la cruz para alguien quien vivía en Roma? ¿Por cuántos años de tu vida podría haber tenido que tener cuidado de no tomar la calle equivocada para no oler la carne pudriendo de miembros de tu propia familia o de tus vecinos mientras se mostraba la ira de Roma para todos? ¿Cuántas veces tendrías que ver a una persona torturado durante los últimos días de su vida? ¿Cuántas veces tendrías que oler la carne pudriendo de seres humanos? ¿Cuántas veces tendrías que ver la carroña arrancada por gallinazos antes de que creciste a despreciar absolutamente y odiar aun la idea de dos pedazos de madera haciendo una cruz? 

Lo hace tanto más increíble cuando oímos de Justin Mártir que los Judíos, mientras celebraban la Pascua Judía, no asaban el cordero en la manera exacta que imaginamos - en un asador. Tenemos esta idea de un sólo pincho por el cordero, girando sobre un fuego, mucho como lo hacen los Ortodoxos Griegos hoy para Pascha. No. Era la tradición de los judíos hace 2000 años - para la fiesta de su Pascua - no usarían metal; sino usarían madera. Y no sólo un pedazo de madera, sino dos. Y no en líneas paralelas, sino estos dos pedazos de madera serían hecho una cruz. Ensartar en un pincho se hacía en una dirección como podríamos predecir, y entonces el otro pedazo de madera se pondría en diagonal y se sujetarían los pies del animal a eso. Así que cada año, estaban literalmente asando y comiendo la carne de un cordero que había sido asado en una cruz de madera.  

La sangre del cordero tenía que ser puesta en el dintel y en la jamba de la puerta. Y la carne del cordero se comía, no en muchos casos para salvarte a ti mismo, sino en la primera Pascua judía, se la comía para salvar a sus hijos. Porque no eran los líderes de la casa que fueron condenados a la muerte, sino pondrías la sangre del cordero en tu casa para que sería perdonado tu primogénito. Y entonces, en la crucifixión, oímos que esta gente que Dios había redimido de Egipto, está dicendo, —¡Sea crucificado! ¡Sea crucificado! Su sangre sea sobre nosotros y sobre nuestros hijos. . . ”

Gracias a Dios que Cristo es nuestro Cordero de la Pascua, sacrificado para nosotros. Y no diferente del cordero de la Pascua: no fue sólo para la persona quien la acepta, sino también fue para el primogénito, para los hijos, para las generaciones. Así que hoy, la promesa se hace no sólo para ti, sino la promesa se hace para ti y para tus hijos y para los hijos de tus hijos, aun hasta mil generaciones, y para los quienes están muy lejos, para cuantos el Señor nuestro Dios llamare. 

Ellos necesitaban aquella sangre del cordero para la protección de sus casas. Ellos necesitaban comer la carne del cordero para la protección de su casa. Y así también nosotros, la Iglesia, la necesitamos. Necesitamos la sangre del Cordero y la carne del Cordero que consumimos mientras nos es dado Su cuerpo quebrado, ensangrentado, sacrificado por la Eucaristía. Cristo es nuestra Pascua, sacrificado para nosotros. 

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